Deuteronomio: Por qué es difícil amar a Dios

La única forma de convertirse en una buena persona o de hacer una sociedad mejor es estudiando la bondad. Mucha gente piensa que todo lo que necesitas para hacer el bien o ser bueno es tener buenas intenciones.

Pero no puedes ser bueno sin estudiar cómo ser bueno, como tampoco puedes tocar el piano sin estudiar cómo tocar el piano o practicar medicina sin estudiar medicina.

Hay una palabra para el estudio de la bondad y de cómo hacer un buen mundo: sabiduría. Desafortunadamente, sin embargo, durante gran parte del siglo pasado, pocas escuelas y pocos padres han enseñado sabiduría.

El resultado es el caos moral.

La mayor parte de la sabiduría de la civilización occidental, la civilización que ha tenido más éxito en la historia en la creación de buenas sociedades, proviene de la Biblia. Es por eso que la Biblia es el libro más influyente jamás escrito.

Entonces, compartiré con ustedes parte de la sabiduría de un solo libro de la Biblia: el quinto, Deuteronomio.

Una. “No muestres parcialidad en el juicio.” Capítulo uno, versículo diecisiete.

Una sociedad compasiva se basa en la justicia, no en la compasión. Eso puede sonar contradictorio. Pero si bien debemos ser compasivos en nuestra vida privada, el estado debe preocuparse por la justicia. Esa es la razón de esta ley: los jueces tienen prohibido mostrar favor no sólo a los ricos sino también a los pobres. El propósito de un juez es impartir justicia.

Dos. “No tengas miedo de nadie”. También Capítulo Uno, Versículo Diecisiete.

Todo ser humano tiene miedos. La pregunta es ¿a quién tememos? Y para la mayoría de las personas, solo si temes a Dios no temerás a los hombres. El pastor Dietrich Bonhoeffer, uno de los pocos alemanes que se opuso activamente al régimen nazi, y que fue ejecutado por hacerlo, temía a Dios más que a Hitler. Si más alemanes hubieran temido a Dios más que a Hitler, y si más rusos hubieran temido a Dios más que a Stalin, decenas de millones de personas no habrían sido asesinadas.

Tres. Lo encontrarás si lo buscas. Capítulo cuatro, versículo veintinueve.